20 de mayo de 2023
Tal vez, lo digo con pena... ellos están mejor.
Muchos recuerdos tengo de los últimos 26 años de trabajo en la Sierra Norte con
Familias de niños de 0 a 5 años, pero en estos andares hay algunas que se graban
tanto que casi podría pintarlos si mi mano tuviera la habilidad de copiar una escena grabada con nitidez en mi corazón
o bien mi letra fuera lo suficientemente buena para expresar lo que
sentí en algunos momentos. Esta es la historia breve de uno de esos que marco mi
vida no se por qué ni para que, de esas cosas que se te presentan y no hay
explicación alguna pero quedan lacradas en tu vida casi tan fuerte como el ver a
tu hijo nacer o en el caso mio, morir. No lo vi precisamente pero de eso trata.
Por aquellos años, ya no sé cuantos, yo era joven y trabajaba de sol a sol en
la comunidad. Era gris aquél día en que se estrelló mi alma con la
impotencia y mis propios fantasmas. Gris como esos que penetran en los huesos y
calan con frío de témpano la profundidad de tu ser. Lluvia torrencial por dentro y por fuera.
Bajo esa clásica cortina de agua de las serranías tan común. De pronto sin
sombrilla ni capa para cubrirse vi llegar a un hombre con la clásica camisa
blanca abierta completamente dejando el torso descubierto, pantalón de un color que ya no recuerdo porque iba del negro
pasando por gris y café, no sabría decirlo. Sobre una calle muy empinada con la
cabeza baja, los huaraches presos de un caudal que los cruzaba sin impedimento alguno, lento y sin prisa que
parsimonioso se acercaba. Por detrás una mujer muy joven, morena, delgada, sumamente delgada,
envejecida en unos cuantos días y siempre siguiendo a su señor como es costumbre arraigada en
este mundo. No sé si enlazo mis palabras o no
pero verlos de lejos bajo ese desplome del cielo sin protección alguna, me llamo tanto
la atención que ahora mismo parece que los veo commo el primer dia. Se acercaron lentamente y pude apreciar los rasgos indígenas de
ambos, ella encorvada y doblada por la mitad y él piel sobre hueso que bajo la
camisa pegada al cuerpo se dibujaba tal cual. Creo no haber visto , ni en mi
rostro, ni en mi momento, vacío tan grande y pena tan pura en su esencia. Su
hijo recién nacido acababa de morir a los 3 días de haber visto la luz, coincidencias que producen
escalofrío. Tal vez eso se explicara bajo alguna morbosa teoría psicológica pero
fue así. No lloraba tanto el cielo como los ojos del padre, eran torrentes
permanentes tan intensamente negros que parecían noche dentro de la noche. No se
cuánto tiempo paso mirándome ni cuáles fueron sus palabras ni las mías, es solo
que esa imagen con frecuencia se me asoma en aquel lugar oscuro dónde guardamos
las heridas los miedos y las rebeldías contra lo que sea que hay o creemos que
existe. Ahí agazapada está siempre al acecho y no es que yo la alimente aunque
mucho se pregona - hay que vivir el día, un día a la vez, el hoy es
maravilloso por ser vida, hay que dejar ir- y mil mierdas y palabras vacías
que en esta época Covid se desparraman por todas partes, tanto que cierro todo
y prefiero aislarme porque aun siento enojo, rabia, coraje y me salen reclamos y
culpas extrañas para poder explicar lo inexplicable. No querían nada, nada
porque no tenían nada, porque su vida ha sido nada, porque no conocían un techo,
una pared o un piso que no fuera de tierra, nada porque de noche se despertaban
levantando las cobijas para que el agua cruzara su espacio sin mojarlos y
después de horas de espera a que bajara el torrente, volverse a echar, como
animales, como seres desechables, como inexistentes como ajenos como de otro
mundo. No se más que decir, ese niño muerto debió haber vivido porque lo único
que necesitaba era un médico bueno, un traslado que solicitamos desde el primer
día y nunca llego, aunque estábamos en un HOSPITAL REGIONAL, de lo que no es a la
fecha ni Hospital ni Regional porque se entiende para algunos, para la gente del
pueblosolo son cascarones que adornaron algún día la vestimenta de algún
corrupto político. Se pusieron camas, gabinetes, hasta unas infames flores sobre
los escritorios de los supuestos médicos vestido de blanco, nada más que
títeres, seres sin capacidad de decisión sin vocación, móviles de un sistema
denigrado de la medicina. Fotos, entrevistas y un corto video y todo acabó. Las
llaves no tenían agua, no había luz eléctrica, ni medicinas en los gabinetes ni
instrumental. Que engaño para un pueblo que no se respeta, que no se ve, que no
tiene voz porque eso sí, somos callados, anónimos, borregos y culturalmente
anodinos. Ni se si la palabra es precisa ni me importa. Ha cambiado un poco,
bueno, en 15 años era de esperar, pero no aquél día en el que no había nada ni
ambulancia, ni médico ni enfermera ni medicina. A veces escribo esto y me veo
sin explicarme nada, sin sentido en la vida, impotente e incapaz, inepta,
ignorante, vacía...Bueno aquí me quedo porque sigo sin entender lo que en mi
interior se mueve, y prefiero enajenarme con otra cosa. Cuántos serán esos niños
que debiendo estar aquí pasaron a otra vida sin saber del sol, de la tierra, del
amor, de la alegría. Tal vez, y lo digo con pena, están mejor.
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