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20 de mayo de 2023

CONSECUENCIAS

A veces me siento sobrepasada por las consecuencias de mis decisiones en el trabajo. Hay una percepción de mi misma bastante lamentable a veces. ¿Quién soy yo para dejar o rechazar a una familia con sus hijos para dejarlos fuera del programa, viviendo entre tanta pobreza con salario apenas para medio comer y niños en situación muy precaria? Yo quisiera no ver ese lado oscuro de lo que supongo es mi trabajo; siempre he pensado que sólo los papás que de verdad quieren trabajar, que son mayores de 20 años, donde haya una mamá con tiempo,deseos de salir adelante, priorizando a sus hijos... pueden estar en Proan, sin contar que bajo esos criterios dejamos fuera a muchos niños inocentes y vulnerables que no tienen nada que ver con su entorno y que tiene necesidad de apoyo para crecer, o para mejorar la precariedad de su vivienda o para hacer que su mamá se de cuenta del valor de su trabajo y sus capacidades. Veo el censo del último año y salta a la vista la pobreza en ingresos, las malas condiciones del espacio que habitan, las enfermedades y desnutrición, el gran número de madres solas muy jóvenes para quienes, a pesar de tener estudios de secundaria, bachillerato y hasta licenciatura, no tienen oportunidades laborales y como sus hijos son menores de 5 años no pueden insertarse al mundo del trabajo, están atrapadas en un círculo fatal donde la esperanza puede claudicar -al menos yo así lo imagino- Yo quiero pensar que su juventud no permitará que se derrumben y que prevalezca la fortaleza para sacar a su familia adelante, y enmedio de todo yo no dejo de sentir tristeza de mi por la cantidad de omisiones cometidas y decisiones quizás mal tomadas, de normas puestas arbitrariamente conociendo poco a las personas y esto duele mucho, es un gran peso para mi. Al rededor nos dicen que es un trabajo precioso y admirable, pero no conocen el fondo, ni yo lo tengo presente tal vez porque me defiendo contra la locura de saber que puedo y no hago, incluso por que en el fondo tal vez no quiero o no puedo.

SIN RUMBO

Ahora con mas frecuencia pienso que Proan se ha ido de mis manos, yo ya no se que hacer definitivamente, probablemente el haber estado lejos por dos años me ha distanciado mucho de la realidad que viven las familias además son tan jovenes las mamás que podrían ser mis nietas y eso es una brecha enorme. Me dan ganas de dejar todo... y es porque creo que mis ideas ya están fuera de tiempo o caducas. Fueron buenas para aquellos primeros 20 años en los que no había nada de estrategias para mujeres madres de familia de niños pequeños y fué una novedad que después se fue extendiendo y replicando por otras organizaciones hasta que lo nuestro ya no fué practicamente necesario porque encontraban oportunidadades en otros espacioso que tal vez, no les demandaran tiempo o esfuerzo porque nosotras en Proan trabajamos todas como hormigas. Hoy me comentaban las promotoras que en el diagnóstico que estammos haciendo han salido cuestiones políticas de las mujeres que demandan un gobierno mas justo y eso no existía antes, las mujeres estaban lejanas a la política y el gobierno pero ahora es diferente y tienen discuros y conocimiento desde su trinchera de lo que hay y lo que no y yo me sorprendo de estos cambios y no los considero malos al contrario creo que son signos propios de una cultura de mas acceso a la información aún en el punto mas lejano de los pueblos. No se que hacer y ni donde encontrar las respuestas siempre partí de la premisa de que el sujeto tiene en si mismo las respuestas para sus retos y sus necesidades, eso no pude venir de fuera, ellos o ellas en este caso, tienen su propia sabiduría y solo ellas pueden generar cambios en su vida pero pregunto a las mujeres y aun con todo esto, no entran en esa dinámica de resolución, veo cierta indolencia y evasión de su responsabilidad incluso como madres de familia, saben ahora, pero siguen esperando. No se, es un punto ciego el mio y no se por donde avanzar, todo se fue de mis manos y capacidades es tal vez,tiempo de decir ADIOS.

Tal vez, lo digo con pena... ellos están mejor.

Muchos recuerdos tengo de los últimos 26 años de trabajo en la Sierra Norte con Familias de niños de 0 a 5 años, pero en estos andares hay algunas que se graban tanto que casi podría pintarlos si mi mano tuviera la habilidad de copiar una escena grabada con nitidez en mi corazón o bien mi letra fuera lo suficientemente buena para expresar lo que sentí en algunos momentos. Esta es la historia breve de uno de esos que marco mi vida no se por qué ni para que, de esas cosas que se te presentan y no hay explicación alguna pero quedan lacradas en tu vida casi tan fuerte como el ver a tu hijo nacer o en el caso mio, morir. No lo vi precisamente pero de eso trata. Por aquellos años, ya no sé cuantos, yo era joven y trabajaba de sol a sol en la comunidad. Era gris aquél día en que se estrelló mi alma con la impotencia y mis propios fantasmas. Gris como esos que penetran en los huesos y calan con frío de témpano la profundidad de tu ser. Lluvia torrencial por dentro y por fuera. Bajo esa clásica cortina de agua de las serranías tan común. De pronto sin sombrilla ni capa para cubrirse vi llegar a un hombre con la clásica camisa blanca abierta completamente dejando el torso descubierto, pantalón de un color que ya no recuerdo porque iba del negro pasando por gris y café, no sabría decirlo. Sobre una calle muy empinada con la cabeza baja, los huaraches presos de un caudal que los cruzaba sin impedimento alguno, lento y sin prisa que parsimonioso se acercaba. Por detrás una mujer muy joven, morena, delgada, sumamente delgada, envejecida en unos cuantos días y siempre siguiendo a su señor como es costumbre arraigada en este mundo. No sé si enlazo mis palabras o no pero verlos de lejos bajo ese desplome del cielo sin protección alguna, me llamo tanto la atención que ahora mismo parece que los veo commo el primer dia. Se acercaron lentamente y pude apreciar los rasgos indígenas de ambos, ella encorvada y doblada por la mitad y él piel sobre hueso que bajo la camisa pegada al cuerpo se dibujaba tal cual. Creo no haber visto , ni en mi rostro, ni en mi momento, vacío tan grande y pena tan pura en su esencia. Su hijo recién nacido acababa de morir a los 3 días de haber visto la luz, coincidencias que producen escalofrío. Tal vez eso se explicara bajo alguna morbosa teoría psicológica pero fue así. No lloraba tanto el cielo como los ojos del padre, eran torrentes permanentes tan intensamente negros que parecían noche dentro de la noche. No se cuánto tiempo paso mirándome ni cuáles fueron sus palabras ni las mías, es solo que esa imagen con frecuencia se me asoma en aquel lugar oscuro dónde guardamos las heridas los miedos y las rebeldías contra lo que sea que hay o creemos que existe. Ahí agazapada está siempre al acecho y no es que yo la alimente aunque mucho se pregona - hay que vivir el día, un día a la vez, el hoy es maravilloso por ser vida, hay que dejar ir- y mil mierdas y palabras vacías que en esta época Covid se desparraman por todas partes, tanto que cierro todo y prefiero aislarme porque aun siento enojo, rabia, coraje y me salen reclamos y culpas extrañas para poder explicar lo inexplicable. No querían nada, nada porque no tenían nada, porque su vida ha sido nada, porque no conocían un techo, una pared o un piso que no fuera de tierra, nada porque de noche se despertaban levantando las cobijas para que el agua cruzara su espacio sin mojarlos y después de horas de espera a que bajara el torrente, volverse a echar, como animales, como seres desechables, como inexistentes como ajenos como de otro mundo. No se más que decir, ese niño muerto debió haber vivido porque lo único que necesitaba era un médico bueno, un traslado que solicitamos desde el primer día y nunca llego, aunque estábamos en un HOSPITAL REGIONAL, de lo que no es a la fecha ni Hospital ni Regional porque se entiende para algunos, para la gente del pueblosolo son cascarones que adornaron algún día la vestimenta de algún corrupto político. Se pusieron camas, gabinetes, hasta unas infames flores sobre los escritorios de los supuestos médicos vestido de blanco, nada más que títeres, seres sin capacidad de decisión sin vocación, móviles de un sistema denigrado de la medicina. Fotos, entrevistas y un corto video y todo acabó. Las llaves no tenían agua, no había luz eléctrica, ni medicinas en los gabinetes ni instrumental. Que engaño para un pueblo que no se respeta, que no se ve, que no tiene voz porque eso sí, somos callados, anónimos, borregos y culturalmente anodinos. Ni se si la palabra es precisa ni me importa. Ha cambiado un poco, bueno, en 15 años era de esperar, pero no aquél día en el que no había nada ni ambulancia, ni médico ni enfermera ni medicina. A veces escribo esto y me veo sin explicarme nada, sin sentido en la vida, impotente e incapaz, inepta, ignorante, vacía...Bueno aquí me quedo porque sigo sin entender lo que en mi interior se mueve, y prefiero enajenarme con otra cosa. Cuántos serán esos niños que debiendo estar aquí pasaron a otra vida sin saber del sol, de la tierra, del amor, de la alegría. Tal vez, y lo digo con pena, están mejor.