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13 de julio de 2022

MI OTRA CASA

9 de junio 2022 Relatos de Proan UNA JORNADA ESPECIAL EN PANDEMIA Por ahora estamos en Cuetzalan por primera vez después de 2 años y 3 meses. El tiempo ha sido difícil tanto para la gente del pueblo como para nosotros, pero sigue siendo un poco más complicado porque ellos no tienen una buena economía, porque los servicios hospitalarios son deficientes, porque la mayoría de los padres de familia van a trabajar fuera pues aquí no tienen oportunidades, porque su salud es precaria y trabajan de sol a sol. Platicaron, por ejemplo, que en los casos de Covid o de cualquier enfermedad los atendían a más de 2 metros de distancia, sin auscultar, sin estudios de pulmón, simplemente con lo que el medico sin acercarse les preguntaba, como en todos lados. Hay un señor Lázaro, -por contar una anécdota- que siempre ha sido auxiliar de una casa de salud en la comunidad de Xalpantzingo. Durante todo el tiempo que va de la pandemia, él que no es médico, si auscultaba a los enfermos y los trataba con medicamento con lo que tenía la mano, no le importaba acercarse y tocar a la gente o escucharle el pulmón con un simple estetoscopio para ver la ventilación. Dicen que salvó muchas vidas y que la gente estaba muy agradecida por ese trato tan humanitario y tranquilizador que les dio a todos sin discriminación. Estaban muy agradecidos. Si es verdad que ha habido covid en la zona y muertos, no siempre diagnosticados como por el virus, pero sí de padecimientos diferentes como cardíacos, pulmonares, etc., pero muchas mas muertes que en años anteriores. Aquí en las comunidades llego la pandemia 6 meses después que en la ciudad y todos pasaron mucho miedo, nadie quería salir y solo iban a las farmacias y el trabajo escaseó significativamente por lo que las familias pasaron hambre y sus ingresos se vieron mermados considerablemente. Nosotros en Proan siempre les estuvimos dando el apoyo mensual de la despensa y leche para los niños. No les fallamos, pero sí dejamos de pesar y medir a los niños, de hacer talleres de cocina y capacitaciones, simplemente les mandábamos el apoyo. Las consecuencias de esta situación ahora las estamos viendo. La pandemia junto a un Gobierno que empezó a dar apoyos a madres trabajadoras, becas para los hijos, ayuda para adultos mayores y apoyo a casos especiales sin pedirles participación en nada, simplemente les empezó a llegar y todos se fueron acomodando a esta situación. Y es lógico, sucedió en todos los lugares y ayudó, pero ahora que se trata de reiniciar escuelas presenciales, participaciones escolares de los padres de familia, actividades comunitarias y de Organizaciones, pero la gente ya no quiere trabajar, prefiere salirse y hemos tenido una significativa deserción de las madres de familia. Al analizarlo con el equipo las promotoras, ellas afirman que no se les está pidiendo más de los que hace dos años se lees pide, pero ahora les parece cuesta arriba ir a una capacitación o incluso asistir a la jornada aun cuando ahí reciben despensa y leche y además seguímos con proyectos de huertos, pollos cerdos y vivienda. Es difícil juzgar este tipo de respuestas porque, como anteriormente menciono, el fenómeno se dio en todas partes en mayor o menor grado, pero si, fue una reacción al aislamiento largo y obligado de tal manera que ni los niños deseaban regresar a la escuela presencial y ahora todos salimos menos, nos parece que perdemos tiempo en trasladarnos al trabajo, sentimos que nos cansamos al andar de un lado a otro. En fin, creo que esto será analizado en unos años más y entonces veremos el impacto a mediano y largo plazo en todas las actividades educativas, productivas y de la vida familiar y social. Asi nos está afectando como Organización. De todo esto estuve conversando con las mujeres y en relación con Proan, sé que tendremos que tomar algunas medidas y re direccionar el rumbo, las metas, la metodología y todo para ver de qué manera seguimos adelante. O tal vez –me resisto a pensarlo- sea tiempo de ir cerrando porque nos vamos haciendo menos y eso una señal, lo sé por experiencia. Además de esto, yo he pasado un día maravilloso. Comenzamos por conocer a las señoras jóvenes que representan este año a sus comunidades. Nos presentamos y presentamos los objetivos de la organización. Nadie nos conocía y no creían nuestra edad., eso se siente bien, pero si somos honestas nosotras si hemos sentido debilidad, cansancio, dificultades de movilidad y a ratos desánimo, pero yo soy más dada a disfrutar y no pensar en eso quizá por eso hago lo que hago, quiero comerme este lugar con todos mis sentidos porque en verdad lo amo, he sido inmensamente feliz aquí, quiero a las mujeres y las admiro, amo a los niños, aunque han sido tantos que no los reconozco por nombres. Muchos de ellos ya son padres de familia y ahora de repente nos dicen que ellos o ellas fueron niños proan y nos quedamos muy sorprendidas del paso del tiempo y amo el paisaje, ese verde que me imana y mueve en mí sentimientos de trascendencia, de esperanza, de vida. Podría gritar de plenitud y reencuentro con mi esencia, aquí desearía morir, en estos pastos, en la humedad del verde, en el aire empujando la neblina en el olor a yerba fresca hasta bajo una lluvia suave y lenta derramada sobre mí. Puede parecer locura, lo sé. Cuando veníamos por la carretera fuimos rescatando de la memoria anécdotas, amigos y muchas comadres que sin serlo realmente nos llamábamos así. Hicimos recuento de las que ya no están con nosotros y cuánto sentimos ya no tenerlas. Dimos muchas gracias por tener aún la vida y la capacidad suficiente -con nuestros más de 70 años- de movernos y trabajar hasta este lejano lugar. Curiosamente se me hace más lejos que antes, las calles más empinadas dificultando mis pasos, las sillas me parecen que son más bajas y me cuesta sentar y levantarme con un solo movimiento, yo me sorprendo y me parece que todos hablan más quedito al grado de no escuchar muchas cosas, la carretera ya no se ve tan clara, los baches de la cumbre son muchísimos más y las curvas más pronunciadas. Todo ha cambiado y es porque me es más fácil decir eso a reconocer que yo soy la que he cambiado y mucho. Pero he estado feliz, salí de compras después de la reunión, pasé por una cerveza con mi amiga y disfrutamos la marcha lenta del pueblo, el espacio amplio y el silencio donde solo se escucha el viento entre los árboles y el canto de las aves. Recordé entonces una poesía de Fray Luis de León que dice “Que descansada vida la del que huye del mundanal ruido…” perfecto define lo que sentí ahí en absoluta contemplación. Nos hemos reencontrado con los amigos y hemos disfrutado largas conversaciones que podrían muy bien extenderse a tardes y tardes con una taza de café de por medio y esas historias maravillosas de la gente mayor, como nosotras o más, que habla cosas increíbles de su infancia en el campo y el modo de vida de aquellos tiempos, sus aventuras y sus dificultades, también sus alegrías y las cosas que las hacían felices. Me llamó la atención o me di cuenta que , no hace muchos años, mujeres, no fueron a la escuela, sus hermanos varones sí, pero en la vida han triunfado si a eso se llama ser felices y estar satisfechas de sus trabajos y de sus familias. Yo desearía tener una privilegiada memoria para retener todas esas anécdotas y momentos que ellas van derramando en un maravilloso espacio de respeto y admiración junto con un reconocimiento por su valor y entereza, por su trabajo y esfuerzo para llegar a ser lo que son. Cuántos años sin descubrir ese lado histórico de cada una, tal vez no me di suficiente tiempo para eso y ahora, sabiendo que ese tiempo se escurre entre mis dedos, lo atesoro profundamente, no el detalle –ya tengo mala memoria- pero si la experiencia del encuentro. Termino muy cansada, mucho, y me duele una muela, pero estoy feliz y satisfecha de lo que he vivido y que la gente me devuelve en palabras y gestos. Yo soy de aquí en gran parte de mi ser y mi corazón y por eso me siento en casa.

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