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4 de junio de 2019

A punto de cumplir 44 años de matrimonio.

Yo siento dentro de mi que ha sido una muy larga carrera de obstáculos y de etapas que se sucedieron con muy poco control u orden al menos de mi parte. Mi papel de mujer, esposa, madre y ama de casa se fue complicando porque yo siempre tuve ansias enormes de asistir a la Universidad y dentro de mi familia eso me fue coartado desde la secundaria. Nunca me dejaron estudiar preparatoria para que no intentara mas adelante estudiar ahí. De alguna manera y por vias alternas estudie una especialidad educativa a nivel licenciatura y ya de casada tuve la oportunidad de ir a la Universidad, sumando a todas mis tareas tiempo extra y trabajo al mismo tiempo. Supermujer¡ Eso me sentía pero con una carga enorme de trabajo que a los 28 años era pan comido. Pero llegó el dolor, la muerte, la ausencia y el vacío de un hijo que no llegue a tocar siquiera. Cuánto valor me hizo falta para exigirlo, cuántas dudas posteriores, cuántos reproches silenciados y tragados amargamente por un silencia aplastante que me se fue depositando en los estratos mas profundos de mi mente y me torturaron por muchos años de ausencia como mujer, madre, esposa, amiga, profesionista. En fín, años áridos, estériles y con mucho trabajo. Cuando el tiempo pasó, me lo cobré con la distancia, dejé poco a poco a mi familia y bajo el amparo de un trabajo creado por mi misma, huí para poder encontrarme. No fue fácil, me llevó años transformar mi manera de verme, de sentirme, de que me aprobaran pero eso ya no me importaba, ahí solo yo contaba. Me sentí viva de nuevo, con el dolor las preocupaciones y responsabilidades, pero sola. Quiero llegar a esto precisamente, puedo decir que 44 años felices no lo fueron, los resumo en reconocimiento o encuentro conmigo misma y con él. Yo mas cambiante, él resistente a mi cambio. Los hijos empezaron a ver esos cambios y enfrentaron ya adolescentes sus problemas casi solos aunque, debo reconocer, que él se descubrió como padre ante ellos y sobrellevó la responsabilidad. Físicamente estuvimos poco alejados,nunca falte a mi casa estando en Puebla, nunca encontré a nadie que me comprendiera del todo ni lo necesité. Quizé pudo haber llegado alguien y tal vez mi vida en este sentido hubiera cambiado. Empezé a los 50 a descubrirme como mujer con sus necesidades, inclinaciones, pasiones, debilidades, fortalezas. Mucho tiempo para llegar a esto, pero lo logré. Reencontré sentimientos adolescentes sin verbalizar, sin pasar por la razón, supe que amar no es sólo de una manera, que hay miles, que matrimonio no es exclusividad sino compañía en el camino, que siempre estamos y estaremos solos en buena parte de nuestra vida y con cada persona con la que nos cruzamos nos tocamos de manera diferente y eso es hermoso. Arrastré una educación muy rígida y moralista del siglo pasado pero rompí paradigmas, esquemas asumidos a ciegas, abrí mi mente y corazón a experiencias diferentes y vine a descubrir la enorme variedad de relaciones y pensamientos, de experiencias y sentires, de opciones y decisiones. No todo se comparte en el matrimonio, eso es dejarlo muy limitado. Hoy cerca de 44 años mas tres de noviazgo casto, celebro su cercanía, ya solos me descubro tierna yo y tierno él, independientes ambos, gozando ratos juntos, amistad cómplice, respeto al sentir y pensar de cada quien. Hoy puedo volar a donde quiera y el tambien y somos felices reconociendo que la felicidad no es estar siempre juntos, sino saberse acompañados aun en la distancia. De la misma manera me queda claro que tenemos casi nada de control sobre nuestras vidas y que no basta ser bueno y amar mucho para que una amistad permanezca por siempre.